viernes, 26 de octubre de 2012

También soy masajista y me pasa cada cosa que...

También soy masajista y os puedo contar lo que me ha pasado esta mañana.
Me ha llamado Susana para que le diera un masaje en el cuello porque le dolía; como trabajo por la tarde le he dicho que sí.
Cuando ha llegado me ha explicado cosas sobre el dolor y ha entrado en la habitación donde tengo la camilla. He puesto una funda limpia y le he dicho que se quitara la parte de arriba y se tumbara boca abajo mientras iba a lavarme las manos y ponerme la camiseta de los masajes. Al entrar ella ya estaba preparada boca abajo. Le he tapado el pantalón con una toalla para no mancharlo y he empezado el masaje. Íbamos hablando de unas cosas y otras y me ha preguntado si no me ponía caliente tocar la espalda de una mujer y que ella no tenía puesto el sujetador. Yo le he dicho que no, que estaba más pendiente de relajar su cuello y estando en la cabecera de la camilla ella ha sacado la cabeza del agujero, me ha mirado la parte del paquete y me ha dicho “Ummm  está a la altura perfecta”. Yo estaba a su lado izquierdo  y me ha tocado el paquete con su mano izquierda.
        ¡Pero chica, que te va a hacer daño el cuello!
        Mira, mira como se pone dura.
        Pero que dura con lo pequeñita que es.
Me  ha bajado un poco el pantalón, ha acercado su boca hasta mi polla y ha empezado a comerme el capullo. Como no soy de piedra ha empezado a crecer y claro… la cosa se iba haciendo más y más grande.
-          Mira qué grande ahora y cómo se ha puesto dura.
-          ¿Pero no te dolía el cuello? – Ella no ha dicho nada, claro está, con la boca llena poco podía decir.
He    bajado la camilla eléctrica para que estuviéramos más cómodos y ha empezado la fiesta. Me lamía la punta del capullo con la punta de su lengua de una forma lenta y con la mano me cogía el resto de la polla. Yo he metido la mano por dentro de su pantalón (lo tenía desabrochado) y he empezado a masajearle el glúteo y mi mano iba cada vez más hacia el interior de sus piernas. Ella ha levantado un poco el pubis y se ha bajado un palmo los pantalones. Ya podía acceder a su entrepierna que la notaba muy húmeda y resbaladiza, y he empezado a deslizar mis dedos sobre sus labios despacito mientras ella me practicaba la felación. Poco a poco he acercado mis dedos a su clítoris ya hinchado y ella ha soltado un ligero gemido de placer. Se ha girado y se ha sentado sobre la camilla abrazándome con sus piernas, me ha acercado hacia ella y me ha desabrochado el pantalón del todo hasta que ha caído al suelo. He cogido el mando a distancia de la camilla y la he bajado hasta una altura que nos viniera bien, ha cogido un preservativo de su bolso, que lo tenía a mano en una silla y me lo ha puesto y me ha empujado hacia ella echando hacia atrás su cuerpo de forma que ha entrado todo mi miembro dentro de ella notando el contacto resbaladizo de mi pene dentro de su vagina y hemos empezado el baile, contoneo, vaivén. Hemos estado así largo rato. Esta posición me ha resultado muy placentera ya que estaba todo dentro de ella y podía moverme con facilidad hacia delante y hacia atrás, y girando mis caderas un poco hacia cada lado sintiendo como me apretaba en cada uno de sus orgasmos oyéndola gemir. Ha bajado sus pies al suelo quedando su cuerpo apoyado en la camilla y la he cogido por sus caderas por detrás a estilo perrito teniendo pleno contacto nuestros órganos sexuales envistiendo con fuerza repetidas veces y bajando el ritmo para descansar más tarde, para volver a embestir con fuerza oyendo sus gritos de placer notando sus orgasmos con su presión sobre mi polla, lo que me ha excitado más teniendo por lo menos dos orgasmos muy intensos en los que he jadeado y en uno he emitido un pequeño grito de placer.

La habitación del masaje tiene una ventana que da a un deslunado. Supongo que mis vecinos están al tanto de cada vez que he follado en la camilla, pero todavía nadie me ha dicho nada.
Ya os contaré.

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